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San Miguel de Cuixà, asentado al pie del Canigó, alza su campanario, su iglesia y su claustro románico. La abadía, lugar en donde vive una comunidad monástica desde el año 879, es un monumento insigne de la historia de Cataluña, una maravilla de la arquitectura, de la escultura románica, al mismo tiempo que un monumento vivo en el siglo XXI dada su restauración.

Alrededor del año 840 una comunidad de monjes benedictinos se instalaba en  Eixalada, en un desfiladero del río Tet, no lejos de la actual población de Olette. En 878, sin embargo, una inundación destruyó completamente este monasterio. Los monjes supervivientes rehicieron la comunidad, bajo el impulso del monje Protasio, en el lugar de Cuixà propiedad suya, donde había una iglesia dedicada a san Germán de Auxerre y allí se quedaron.

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En 956 el abad Pons, con el impulso del conde de Cerdaña, comenzó la construcción de la gran iglesia de San Miguel, todavía en pie. Fue terminada y consagrada en tiempos del abad Garí, venido de Cluny, en el año 974. Es un monumento raro por su antigüedad; es la mayor iglesia prerrománica conservada en Francia. Sus arcos de herradura, que durante mucho tiempo se consideraron de inspiración musulmana, nos hablan de su vinculación con los modelos del mundo antiguo, de los que son deudores también los árabes.

Durante el siglo XI, Oliba, hijo del conde de Cerdaña, elegido a la vez abad de Cuixà y de Ripoll en 1008, fundador de Montserrat, obispo de Vic y promotor de la Paz y Tregua de Dios (primera prohibición pública de la violencia y defensa de las personas civiles en el mundo feudal), gobernó la abadía durante casi cuarenta años. Construyó el deambulatorio detrás del coro, un bonito baldaquino sobre el altar mayor, los campanarios y, en la parte occidental de la iglesia abacial, la cripta y encima el atrio y la capilla de la Trinidad. De este conjunto quedan todavía el deambulatorio, uno de los dos campanarios y la parte de la cripta con la capilla redonda del Pesebre, construida con una bóveda anular de encofrado que reposa sobre un pilar central. Estas construcciones de Oliba son una muestra del primer románico en el Sur de la Galia.

Alrededor del 1130 se levantó, bajo el abadiato del abad Gregorio, un claustro de mármol que inaugura el arte de los talleres roselloneses de escultura románica. Esta escuela artística se desarrollará a lo largo del siglo XII, con sus temas predilectos, entre los cuales la figura humana está casi ausente: bestiario fantástico, motivos vegetales cincelados con finura. Al mismo tiempo se construye en Cuixà, en el interior de la iglesia, una tribuna que separaba el coro monástico del resto de la nave; tribuna muy parecida a la que existe en el priorato de Serrabona: la de Cuixà fue desmontada en el siglo XVI, de la que, sin embargo, se conservan restos importantes. Tanto el claustro como la tribuna son de hecho obras maestras de la escultura románica de Occidente.

Después de la nacionalización de los bienes eclesiásticos, en 1790 los últimos monjes fueron expulsados ​​y la abadía fue puesta en venta. El tejado de la iglesia se derrumbó, el campanario Norte cayó en 1838. Todos los mármoles fueron arrancados y vendidos paulatinamente y los 8 últimos capiteles del claustro que quedaban en su lugar cambiaron de lugar en 1907: buena parte fueron exportados a Estados Unidos por el escultor G. G. Barnard (actualmente un “claustro” de Cuixà ha sido montado en el Cloisters de New York ) .

Abbaye Saint Michel de Cuxa

El any 1919 Cuixá renacía de sus ruinas. Comprado a los primeros propietarios laicos, fue puesto a disposición de los monjes cistercienses de Fontfroide que se quedaron en Cuixà hasta 1965. La restauración material de la abadía fue, a partir de 1945, un verdadero renacimiento: la iglesia recuperó la cubierta, el claustro fue reconstituido en más de la mitad de su perímetro gracias a los capiteles recuperados, la parte de la cripta pudo ser desembarazada de escombros y los restos de la iglesia de la Trinidad descubiertos y restaurados. Mientras tanto, en los años 50, Pau Casals, el célebre violonchelista catalán exiliado en Prades, realizó conciertos y fundó el festival que lleva su nombre. En 1965 un grupo de monjes de Montserrat tomaron el relevo monástico de los cistercienses, continuando la vida monástica iniciada 11 siglos atrás.

Olivier Poisson

Para más información, conectar con: http://www.cuxa.org/cuxa.html

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