Presentación

San Miquel de Cuixà, fundado poco después de la reconquista carolingia, con el terreno libre de invasiones árabes, pertenece a la primera “red” de abadías protegidas por el poder condal para favorecer el renacimiento del País. Alrededor del 840, se instala en Eixalada una comunidad de monjes benedictinos, en un desfiladero del río Tet, no lejos del actual pueblo de Oleta, Pero el 878 una inundación destruye completamente el monasterio. Los supervivientes se reúnen en Cuixà, lugar de la pequeña iglesia dedicada a san Germán de Auxerre, de la mano de Protasio que lo había adquirido. Gracias a la ayuda y a la protección de los condes de Cerdanya-Conflent, el nuevo monasterio crece rápidamente. A finales del s. X, un abad procedente de Cluny, el abad Garí, le dio una irradiación excepcional.

El abad Garí acogió en Cuixà, 978, al Duque de Venecia Pere Orsèol, el cual murió en Cuixà el año 988 y fue reconocido como santo. Gerbert de Aurillac, convertido en el papa Silvestre II en 999, además de Vic y Ripoll, probablemente también estudió en Cuixà. La afluencia de numerosos fieles motivó la construcción de tres iglesias sucesivas. La tercera, la iglesia actual, fue comenzada por el abad Pons el 956 y fue consagrada en tiempos del abad Garí, el año 974.

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En el siglo XI, Oliba, hijo del conde de Cerdanya Oliba “Cabreta”, fue a la vez abad de Cuixà y de Ripoll en 1008; obispo de Vic, hacia el 1017 y fundador de Montserrat, hacia el 1023. En 1026 promovió la Paz y Tregua de Dios contra las violencias feudales. Reforzó el prestigio material y espiritual de la abadía, la cual se convirtió en un lugar importante de peregrinación. Gran promotor de construcciones eclesiásticas, a él se le debe el deambulatorio alrededor del coro, los campanarios y en la parte de poniente de la iglesia abacial, la cripta y encima el atrio con la capilla de la Trinidad. Decoró el interior de la iglesia con frescos y enriqueció el altar mayor con un baldaquino con columnas y capiteles de mármol.

Alrededor del año 1130, se construye un claustro con mármol que es la primera manifestación de los talleres roselloneses de escultura románica. Esta escuela artística se desarrollará a lo largo de todo el siglo XII. Es bajo el abad Gregorio, antes de que fuera elegido arzobispo de Tarragona en 1136, que se comienza la construcción del claustro. Debemos situar las obras de la tribuna en el interior de la iglesia hacia la mitad del siglo, anterior a la de Serrabona. Cuixá, en los siglos siguientes, conoció las vicisitudes del Rosellón, se convirtió en un gran monasterio señorial y se mantuvo como institución poderosa y prestigiosa a nivel local. Primero dependía del conde de Barcelona, pero a partir de 1462, durante 33 años, pasó a dominio francés. En tiempos de los abades comendatarios sufrió las extorsiones de las grandes familias. En 1659, por el Tratado de los Pirineos, pasó definitivamente a Francia.

En 1789, la Asamblea Nacional decretó la nacionalización de los bienes del clero, y en 1790, los últimos monjes fueron expulsados ​​y la abadía fue vendida como bien nacional. El tejado de la iglesia se derrumbó en 1835, y el campanario norte, en 1838. Todos los mármoles fueron vendidos o recuperados poco a poco, mientras que los 8 últimos capiteles todavía en el lugar inicial fueron desmontados 1907.

Cuixá renace en medio de sus ruinas en 1919. Comprado y puesto a disposición de los monjes cistercienses de Fontfreda cuando regresan del exilio, estos se quedan hasta 1965. Mientras tanto, hacia los años 1950, el célebre violonchelista Pau Casals, voluntariamente exiliado en Prada de Conflent, dio conciertos para favorecer la restauración de la abadía. A partir de 1965 una comunidad de monjes, proveniente de Montserrat, continúa en este lugar la vida monástica benedictina comenzada 11 siglos atrás.

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©Léonard Gügi – UMR3495-MAP

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